Hace un tiempo me invitaron como espectador a un rodaje.
Gracias a mi amistad con el director y la productora se me permitió campar a mis anchas por el "set" y hablar con quien me viniera en gana sin molestar, claro. Todo un privilegio que supe aprovechar como curioso aprendiz.
Y en los días que pasé con ellos, me fascinó ver como actores, técnicos y productores eran capaces de trabajar con tanta intensidad y coordinación a las ordenes del director en un proyecto tan efímero.
Las similitudes que encontré con el trabajo en equipo bajo presión fueron evidentes.
Pero lo que más me llamó la atención, fue ver cómo algunos actores eran capaces de transformarse (literalmente) en otras personas durante la filmación, y mantener su personalidad ficticia en las distintas escenas de la película.
Reproducían fielmente los tics, los gestos, la entonación y las maneras de comportarse del personaje que representaban, dando consistencia a una personalidad que no era la suya.
Sin embargo, había otros que siempre eran los mismos, independientemente del disfraz o el papel que les tocaba interpretar. Su actuación era técnicamente correcta, pero se sabía quien estaba actuando y en algunos momentos, sus gestos y su voz parecían forzados. Era como si no pudiesen desprenderse de su “Yo real” y dejasen ver en todo momento quienes eran en realidad.
Para ser un buen actor, es fundamental desarrollar una amplia gama de registros.
No se trata solo de actuar bien y ajustarse al guión, sino de transformarse en alguien que, en la vida real, quizás jamás se querría ser.
Puede que seas una persona reservada y te toque interpretar a un seductor implacable, o que tengas una personalidad amable y debas encarnar a un villano despiadado.
Para lograr esa versatilidad, los actores, durante su formación, participan en procesos terapéuticos diseñados para profundizar en su autoconocimiento.
A través de estos grupos de aprendizaje, exploran su “Yo auténtico" y las experiencias que moldearon y fijaron su carácter en el pasado.
Y un aspecto clave de esta formación es el análisis de las figuras parentales.
Este trabajo terapéutico sobre los padres, permite desentrañar los orígenes de ciertos patrones emocionales y de comportamiento que pueden limitar la espontaneidad y la capacidad de encarnar nuevos personajes con libertad.
Al liberar estos bloqueos, el actor aprende a desprenderse de respuestas automáticas y a abordar cada papel como si escribiera en una hoja en blanco.
Esta metodología es conocida como los grupos Hoffman-Fisher, aunque existen otros modelos terapéuticos que actúan con el mismo fin.
¿Y qué tiene que ver esto con mejorar mi liderazgo?
Mucho.
En el ámbito del liderazgo, este proceso de autoconocimiento tiene una relevancia similar.
Un líder, al igual que un actor, no puede limitarse a una única manera de ser o reaccionar. Debe ser capaz de adaptarse a distintas circunstancias y personalidades, proyectando confianza y autenticidad en cada situación.
Para ello, conocerse uno mismo es esencial: entender de dónde provienen tus patrones de conducta, reconocer qué respuestas automáticas pueden estar limitando tu liderazgo y, en última instancia, desarrollar la capacidad de elegir conscientemente cómo actuar en cada contexto.
Así como un actor debe despojarse de sus bloqueos emocionales para encarnar distintos personajes con verdad y profundidad, un líder necesita hacer un trabajo similar para relacionarse con su equipo desde una comunicación clara y una presencia auténtica.
Tanto la flexibilidad emocional como la habilidad para adoptar distintos registros sin perder coherencia, son claves tanto en la actuación como en el liderazgo. El verdadero poder del líder radica en conocerse y trascender las propias limitaciones, abriéndose a nuevas formas de ser y relacionarse con los demás sin perder la originalidad.
Y ahora te pregunto:
- ¿Qué parte de tus padres continúan actuando en el desempeño de tu liderazgo?
- ¿Qué comportamientos y actitudes suyas repites automáticamente en situaciones de presión?
- ¿Te son útiles ahora o te estorban?
Como dice la paradoja de Eliot: "Sólo aceptando nuestro pasado, somos capaces de cambiarlo"
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