El entusiasmo se dirige al aire, como deseando que por mero efecto de aspersión el mensaje cale como lluvia fina y diluya lentamente el ego de las personas.
Sin embargo, una organización es demasiado grande y compleja para sentirse aludido y son pocos los que se identifican con un equipo concreto. Actividades grupales como buscar el futuro compartido ayudan a desarrollar el compromiso y la pertenencia, pero no bastan.
Buscando en grupo el propósito de una organización |
Tal y como lo veo, trabajar en equipo no debería ser tan difícil si se cumplen unos mínimos:
1. Contar con la voluntad de las personas para pertenecer a él. Si ellas no quieren, llámale de otro modo pero no equipo.
Crear las condiciones para que quieran es una cuestión cultural donde el liderazgo y las creencias del fundador tienen mucho que decir.
2. Tener metas claras y que supongan un reto. Si no sabemos donde vamos nunca sabremos si hemos llegado.
Las metas han de ser personalmente elevadas y grupalmente cohesivas. En este punto ayuda mucho que los objetivos estén alineados con la razón de ser y respaldados por valores compartidos que limiten lo qué está permitido hacer para conseguirlos.
3. Que la estructura del equipo se organice en función de la naturaleza del problema. Por ejemplo, no es lo mismo trabajar en equipo para diseñar un crucigrama que para resolverlo. Para resolverlo, cada celda solo tiene una respuesta correcta y cada miembro del equipo puede empezar cuando quiera, por donde quiera. Sin embargo, para diseñarlo ya no existe una única solución y el trabajo requiere coordinación, encaje y pertinencia de las palabras en múltiples órdenes indeterminados.
Desarrollando la táctica en un equipo. |
- Equipos enfocados a la resolución de problemas complejos y difusos: comités de dirección, gabinetes de presidencia...Aquí lo importante será desarrollar la confianza.
- Equipos creativos: departamentos de I+D, publicidad, diseño... En este caso el valor con más peso tendrá que ser la autonomía.
- Equipos tácticos que han de ejecutar planes bien definidos: producción, comercial, logística... Lo fundamental en estos equipos será que la operativa se pueda describir con claridad.
4. Que sus miembros tengan determinadas competencias en activo. Si bien cada estructura necesita competencias específicas, cualquier persona debería llevar en su ADN, como mínimo, un gran deseo de contribuir y la capacidad de colaborar eficazmente con los demás.
Es decir, una persona arrogante o con baja autoestima no podrá formar parte de un equipo.
5. Que exista un compromiso de equipo. Le llamamos Espíritu de equipo y es un sentido de lealtad y dedicación que se percibe sin esfuerzo desde fuera.
Como organismo vivo, los equipos se adaptan al entorno creando un sentido de identidad que les diferencia. Es algo difícil de definir, pero fácil de observar cuando contactamos con él. Normalmente lo resumimos con una sola palabra: enérgico, animado, apagado, voluntarioso...Sin Espíritu, las tareas más sencillas se convierten en obstáculos monumentales.
El Espíritu hay veces que aparece y perdura en el tiempo, otras no.
6. Que se marquen criterios de excelencia, es decir, que exista presión para alcanzar el rendimiento esperado.
6. Que se marquen criterios de excelencia, es decir, que exista presión para alcanzar el rendimiento esperado.
La presión puede venir desde distintos niveles del sistema:
7. Que se aplique un liderazgo basado en principios. Este es el ingrediente más crítico, porque la elección del líder correcto puede añadir un valor tremendo a los esfuerzos del equipo, hasta el punto de atribuir efectos mágicos a su presencia.
Los principios son los siguientes:
1. Se ha de reconocer y recompensar la excelencia. Nada más injusto que tratar a todos por igual.
2. Evitar los mensajes ocultos o con doble sentido: ser claro y no mostrarse sumiso.
3. Confrontar y resolver los conflictos: limpiar continuamente las relaciones de asuntos pendientes y deudas emocionales.
4. Ejercitar la autonomía del equipo: desarrollar el sentimiento grupal de eficacia.
5. Crear un clima permanente de apoyo que anime a las personas a tomar la responsabilidad y asumir riesgos.
- Presión individual, la que siente cada persona en función de las expectativas que pone sobre su rendimiento. Esta tensión se origina a partir de nuestros modelos de la infancia, los éxitos y fracasos del pasado y los motivos por los que hemos sido premiados o castigados a lo largo de nuestra historia personal.
- Presión de equipo, que aparece cuando los compañeros en conjunto consideran inaceptable determinado nivel individual de rendimiento.
- Presión del líder del equipo, ejercida a través de su habilidad para transformar las demandas de la tarea en esfuerzos con sentido.
- Presión externa ejercida por las consecuencias organizativas de lograr el objetivo o no.
7. Que se aplique un liderazgo basado en principios. Este es el ingrediente más crítico, porque la elección del líder correcto puede añadir un valor tremendo a los esfuerzos del equipo, hasta el punto de atribuir efectos mágicos a su presencia.
Los principios son los siguientes:
1. Se ha de reconocer y recompensar la excelencia. Nada más injusto que tratar a todos por igual.
2. Evitar los mensajes ocultos o con doble sentido: ser claro y no mostrarse sumiso.
3. Confrontar y resolver los conflictos: limpiar continuamente las relaciones de asuntos pendientes y deudas emocionales.
4. Ejercitar la autonomía del equipo: desarrollar el sentimiento grupal de eficacia.
5. Crear un clima permanente de apoyo que anime a las personas a tomar la responsabilidad y asumir riesgos.
Durante la formación de un equipo, cada persona deberá vivenciar e integrar a su ritmo, sus propios procesos mas que intelectualizarlos. Porque crear un equipo no es una actividad reflexiva sino experiencial.
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