Este es el portaaviones más grande del mundo. Allí conviene 6.000 personas con distintas responsabilidades compartiendo un espacio limitado y soportando una climatología de lo más variada.
La plantilla se renueva progresivamente cada cuatro años, es decir, el trabajo que para algunos se ha convertido en hábito para otros es novedad. Saber enseñar y aprender continuamente son competencias imprescindibles para lubricar el complejo engranaje y hacerlo funcionar con fiabilidad. Como resultado, la organización se convierte en algo mayor que la suma de sus partes, en algo vivo imposible de capturar en un manual.
En el puente de mando, el control se distribuye de modo diferente dependiendo del contexto. Su 'sistema operativo' migra de centralizado a flexible dependiendo de las circunstancias.
En zonas de paz, cuando la situación es estable y predecible, la toma de decisiones jerárquica prevalece. Pero cuando aumenta la actividad en zonas de conflicto y se ha de responder con agilidad, el punto de decisión pasa a la periferia, donde las personas pueden sentir y responder a las situaciones en tiempo real.
Cada uno conocen mejor que nadie las responsabilidades de su puesto, por eso disponen de autonomía para decidir en cada momento que es lo mejor. En caso de duda, la persona puede buscar información entre aquellos miembros de la tripulación que considere más experimentados, independientemente de su rango.
Estas cosas y otras, las estoy leyendo en The Connected Company y me están gustando.
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