Lo atractivo de tal afirmación está en resolver la paradoja que encierra: hacer lo que te gusta, amar aquello que haces y encima ganar dinero sin llamarle trabajo, parece difícil y sin embargo, sería la solución.
Fue Charles Osgood quien dedicó buena parte de su vida a medir el significado de las palabras, demostrando que en sí mismas no encierran ninguno. Las palabras son neutras, somos nosotros quienes le otorgamos valor conforme a la carga semántica que acumulan desde su origen.
Debido a esto, la etimología nos ayuda a entender algunas de las sensaciones que experimentamos al nombrarlas.
En el caso de 'trabajo', el sentimiento de fatalidad que evoca tiene su razón de ser:
- En la Grecia clásica la palabra para definir trabajo era 'ponos', que significaba pena.
- En griego moderno es 'ponei', que significa dolor y herida.
- En latín la palabra 'labor' significa 'esfuerzo extremo que conlleva dolor'.
- De origen latino es también 'tripalium', raiz de trabajo, que se refiere a un instrumento de tortura utilizado por los legionarios romanos para obligar a los esclavos.
- La palabra francesa 'travaille' reemplazó a la antigua 'labourer' y denota 'una pesada y fastidiosa tarea'.
- En alemán medieval 'arbeit' (trabajar) se traduce como 'tribulación, persecución, adversidad o un mal momento'.
- En inglés la palabra 'job' deriva de la antigua 'gobbe' que significa 'aguantar' y sino que le pregunten al Santo que lleva este nombre.
Trabajar se ha asociado siempre a sacrificio, a delegar temporalmente el control a cambio de una retribución económica o alguna otra compensación. El tiempo de trabajo no nos pertenece, nuestro tiempo libre sí. ¿Será debido a que la palabra inglesa 'leisure' (ocio) proviene del latín 'licitus' que significa permitido?.
Sea como sea, hay una gran diferencia cuando alguien se siente obligado a hacer algo y cuando lo hace por placer, por pura diversión.
La palabra amateur proviene del latín amare, amar y significa 'hacer algo que uno ama, hacer algo por gusto, sin obligación'. Diversión significa 'apartarse' y proviene del latín 'divertiere', girar en la dirección opuesta', no hacer aquello que nos aburre.
Lo cierto es que la capacidad para comprometerse y realizar un buen trabajo no se puede conseguir si continuamos actuando en contra de nuestros deseos.
En este sentido, las iniciativas recientes para obtener un índice de felicidad en la empresa parecen querer medirla en base a los siguientes elementos:
- Cuánto disfrutan los trabajadores de su trabajo.
- Si el trabajador siente que su aportación es importante.
- Si el trabajo es consecuente con las fortalezas del trabajador.
- Si el trabajador se siente apoyado por sus compañeros.
- Si el trabajador se siente apoyado por la empresa.
- Si el trabajador se siente apoyado por sus jefes.
- Si la empresa fomenta la formación.
- Si los objetivos de la empresa armonizan con los objetivos personales del trabajador.
- Si los valores de la empresa armonizan con los valores personales del trabajador.
¿Durante cuánto tiempo se puede amar lo que se hace?, ¿acaso dura el amor eternamente?, ¿podríamos soportar constantes cambios en el contenido de las tareas?, ¿tiene la rutina algún componente de seguridad psicológica tranquilizadora?, ¿son necesarios además del amor, la certeza y equilibrio?,.... Supongo que incluso el trabajo que se ama debe ser enriquecido a menudo para evitar la rutina y la monotonía, auténticos enemigos de la eficiencia, la productividad y la competencia.
ResponderEliminarQué razón tienes José. La pasión no dura eternamente, la rutina, la seguridad, la certeza terminan por apagarla. Para mi la pasión está en el camino, cuando descubro que el tiempo se detiene y me embeleso con lo que hago,...el 'Trabajo gustoso' del que escribió Juan Ramón Jimenez.
ResponderEliminarEncantado de verte por aquí.